Texto disponible gracias a la aportación  de Dª  Felicidad Loscertales Abril, profesora emérita de la Universidad de Sevilla

 

 

Cartas a un joven poeta

Rainer Maria Rilke

Carta VII, Roma 14 de Mayo 1904

La muchacha y la mujer, en su despliegue nuevo y propio, serán sólo transitoriamente imitadoras de las maneras de ser y de no ser masculinas y repetidoras de ocupaciones masculinas. Tras la inseguridad de tales eta­pas transitorias se echará de ver que las mujeres han pasado por la abundancia y la variedad de tales disfraces (a menudo risibles) sólo para depurar su modo de ser más propio de las influencias deformadoras del otro sexo. Las mujeres, en las que la vida se demora y habita de una manera más inmediata, más fecunda y más con­fiada, deben haberse transformado en el fondo en perso­nas más maduras, en personas más humanas que el lige­ro varón, al que no le obliga a sumergirse bajo la super­ficie de la vida el peso de ningún fruto de su cuerpo, y que, arrogante y apresurado, menosprecia lo que cree amar. Esta humanidad de la mujer, llevada a término entre dolores y humillaciones, saldrá a la luz cuando haya eliminado los convencionalismos de lo exclusiva­mente femenino en las transformaciones de su condi­ción externa, y los hombres, que aún no llegan a sentir­lo hoy, quedarán sorprendidos e impresionados con ello. Algún día (que indudables signos precursores anuncian ya de manera elocuente y brillante a veces en los países nórdicos), algún día existirá la hembra y la mujer cuyo nombre ya no signifique sólo lo contrario de lo masculi­no, sino algo en sí mismo, algo que no haga pensar ni en completarlo ni en sus límites, sino sólo en vida y exis­tencia: la persona femenina.

Este progreso (muy en contra al principio de la voluntad de los hombres, que se verán superados) trans­formará la experiencia del amor, que ahora está llena de errores, la cambiará desde su base, transformándola en una relación que se entienda de persona a persona, y ya no de hombre a mujer. Y este amor más humano (que se consumará con infinita dulzura y delicadeza, y con bon­dad y claridad tanto al unirse como al desligarse) se pare­cerá al que vamos preparando entre luchas y esfuerzos, al amor que consiste en que dos soledades se protejan, se delimiten y se cumplimenten una a otra”.

Trad. Jesús Munárriz, Ed. Hiperion. Págs. 97-98 (2004)